Los globales

Hay cosas tan obvias que se dejan de ver. Hoy vi una y me gustaría compartirla. Vivimos un momento en la historia de la humanidad donde por primera vez todo el planeta se halla conectado, o se intenta conectar, políticamente. Tenemos estados (número fluctuante alrededor de 185) entre los cuales se divide toda la superficie terrestre, excepto la Antártica, bajo su propio régimen territorial sui generis. En teoría, cada estado debería idealmente ser gobernado por “su gente”, entendidos como los ciudadanos del lugar. Nos encontramos, por supuesto, a muchas millas de eso, con muchos gobiernos antidemocráticos y activamente autoritarios, y muchos países con instituciones apenas funcionales. Algunos pierden la paciencia y dicen que esto fue un breve sueño, y que volveremos a variaciones del feudalismo y del despotismo más o menos ilustrado. Criticamos las democracias, el neoliberalismo nos hace olvidar el espíritu del liberalismo, algunos quieren involucionar a pequeñas comunidades autárquicas y otros aspiran a ser gobernados por un dictador virtuoso como ésos que se imaginaba Confucio, o por algún grupo de iluminados como ésos que se imaginaba Platón (la elección de género no es gratuita: se trata siempre de dictadores y de iluminados.

Por mi parte, quiero creer que es un comienzo; el comienzo de un camino donde los seres humanos ampliamos progresivamente nuestras tribus y entendemos de una vez por todas que coordinarnos y tomar en cuenta a los otros en nuestras acciones no es algo que sólo se hace de manera optativa o cuando se vuelve inevitable, sino un principio básico de convivencia. Hay mucho que mejorar, tanto en cuanto a cómo funciona la democracia, a quiénes incluimos en ella, a cuánto y cómo participamos y nos dejamos representar. Lo que es fácil olvidar es que el sistema político global en que nos encontramos es algo nuevo, una guagua de pecho si se mide en los tiempos de historia humana. Estamos en plena experimentación, con un derecho internacional naciente, foros internacionales en pañales, tímidos intentos por unirnos que se rompen fácilmente por aquéllos cuya ventaja está en dividir para reinar.

Una institución que creo que se necesita en estos momentos es una compuesta por “globales”, personas nacidas y criadas como ciudadanas del mundo y/o educadas con vocación cosmopolita.

Así como universidades, compañías, hospitales y otras instituciones incluyen “externos” en muchas de sus decisiones (o si no en sus decisiones, como consultores o consejeros o miembros de comités de evaluación), así también nuestros estados deberían apelar permanentemente al juicio de otros, que no tienen los mismos intereses y que pueden mirar un problema desde otra perspectiva, o darle voz a voces que de otra manera no serían escuchadas. Mientras nuestros sistemas educativos sigan cantando las glorias de nuestras banderas por sobre las de otras, no tendremos a los “globales” que tanto se necesitan. Y mientras no tengamos más “globales”, los estados seguirán actuando como los fans de la Realpolitik pronostican, como monstruos egoístas en un juego de suma-cero. La educación de ciudadanos y ciudadanas globales tiene que ponerse en la agenda en un mundo que hoy cuenta con un solo mapa político cuyas partes, supuestamente, deberían seguir una lista mínima de reglas comunes.